Poesía otoñal | 3

Niña, corrígeme de los miedos
y las sombras.
O mejor
que me corrija Dios
que de truenos y de asombros él conoce mejor.
 
No me corrijas
en cambio
ni de izquierdas, ni de risas;
que me corrija Dios,
que de caminos y de cruces él conoce mejor.

Déjame decirte un grito sordo
que se anule solo, solito, solo,
en la maraña de este todo camuflado
que juega a decirme poder ser nada
que se entreteje dorado.

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